miércoles, 11 de noviembre de 2009

"Tic, Tac"

El segundero se mueve en un reloj que no hace ruido. ¿Para qué quiero un reloj analógico si no puedo oír el cansino "Tic, Tac"? Los relojes, como los trenes, deberían ser siempre viejos. ¿Dónde está la magia en algo compuesto de plástico y remaches? Dime que no es mejor algo vivo, lleno de engranajes y muelles. Atrévete y te juro que te mato. No. No es fanatismo, sólo defiendo la necesidad de mi propia existencia. ¿Por qué querríamos tener un reloj que funcione cuando ya no estemos? ¿Acaso lo voy a mirar cuando esté muerto? Los relojes deberían apagarse cuando se quedan sin cuerda. Eso es auténtica fidelidad y no lo de los perros. Cuando yo no pueda darle cuerda a mi reloj, él dejará de marcarle el tiempo al mundo, mi mundo ya carecerá de tiempo. Siempre me han gustado los engranajes, me hacen pensar que con las manos podemos hacerlo todo, sin necesidad de electricidad y muerte. Es un pensamiento dulce, una dulce mentira. Me da igual. Es una mentira que necesito en mi vida, para poder seguir adelante. Necesito engranajes para que el mundo funcione. Necesito que mi reloj siga haciendo "Tic, Tac" hasta el día que no pueda darle cuerda.

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