domingo, 15 de noviembre de 2009

Paradójico Úngart

Paradójico no tiene más nombre que Paradójico, que fue como le bautizaron en su tierra. Si no te lo crees, pregúntale a él. De hecho, si le preguntas tras unas cuantas rondas de buena cerveza, insistirá en lo mismo y te jurará por su orgullo que él se llama Paradójico, que nunca jamás ha tenido nada que ver con los elfos y que, por supuesto, su madre nunca nunca nunca fue una fanática de los elfos ni le puso por nombre Elgadis. No. Eso no puede ser. De ser así, habría tenido una infancia muy traumática maltratado psicológicamente por el resto de los enanitos[1] y habría acabado odiando a sus amigos y abandonando su patria, viviendo su propia suerte y convirtiéndose en explora... Pero todo el mundo sabe que eso no es cierto: la razón por la que Elg... Paradójico odia a los elfos no tiene nada que ver.

Y es que Paradójico sabe que lo élfico es lo peor de este mundo. En realidad el no tiene ningún problema con los elfos, mientras no resulten élficos. No es culpa suya que la mayoría de los elfos de este mundo resulten... bueno... élficos. Y la gente le mira raro, pero Paradójico está convencido de que lo élfico conspira contra toda la gente de bien tratando de arrebatarles todas sus riquezas y alegrías. Pero él les tiene calados, ya lo creo que les tiene clalados; y, como buen enano que es, lo que se empeña en demostrar efusívamente, él adora la cerveza y su riqueza, y no dejara que lo élfico le quite ninguna de esas dos cosas, es por eso por lo que Paradójico se empeña en beber su cerveza tan rápido como puede y guardar con recelo su extensa riqueza, en un cofre con dos cerraduras y encadenado con empeño a su cintura: que vengan a por él si se atreven.

Paradójico dedica tanto tiempo como le es posible a combatir lo élfico, pero, de cuando en cuando, siente ese pinchazo en el estómago que todo el mundo tiene cuando sabe su meta es un sinsentido; y es entonces cuando Paradójico va corriendo a la taberna más cercana a conseguir algo de comer que acalle el dichoso pinchazo y, eso, suele costar dinero. Esa y ninguna otra es la razón por la que Paradójico pasa sus días como explorador; esa y que le parece un buen lugar desde el que avanzar en su lucha contra lo élfico.

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[1] Hablarle a un enano de “niños o bebés enanos” es una profunda falta de respeto hacia ellos: ellos ya nacen bien creciditos (salvo en lo que a altura se refiere, donde nunca crecen mucho), con pelo abundante y con gemas bajo el brazo. La infancia de un enano sólo consiste en jugar a tasar las gemas y picar piedra caliza con sus compañeros. Cuando se hacen mayores, los enanos pueden tasar con la gente de fuera y picar en auténticos yacimientos de piedras preciosas y semipreciosas, granito y cuarzo (en lo que rebozan el 80% de su dieta rica en animales fosilizados).

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