domingo, 13 de septiembre de 2009

Reencuentro

Song for Jesse - Nick Cave & Warren Ellis

Se desplazaba lento y torpe, aunque con determinación. El viento le atizaba en cada centímetro de su ser; como si un millar de diminutos céfiros quisieran retenerle, alejarle de su objetivo. Nunca antes había realizado ese camino con tanta consciencia como en ese instante y, a cada paso que daba, su mente era medio metro más consciente que en el paso anterior.

Su cuerpo, abotargado y perezoso, no tenía lugar allí: debió haber sido ligero y sincronizado, como es el cuerpo de quien siempre sabe dónde se encuentra; como un reloj de tela volando sobre el mundo y dando la señal inequívoca de que el tiempo llega siempre cuando le toca, porque eso es lo que quiere. Pero no. Su psique enferma y apesadumbrada no podía hacer otra cosa que, en un esfuerzo romántico, convertir su cuerpo en una metáfora plana. Si al menos tuviera manos fuertes.

Prosiguió andando a tumbos, contra el viento y cada vez más consciente. La consciencia no era un buen asunto. Le hacía sentir pesado, defectuoso y totalmente soez. Por un momento, su propio andar le resultó insultante y un ataque contra la armonía, contra su armonía. Con razón el viento le quería lejos.

Medio metro a medio metro, las dudas se agolpaban, hasta el punto de hacerle temblar el labio. Se vio como el niño pequeño que ha visto al gato romper un jarrón: le iba a caer una buena por algo que ni siquiera había hecho. Sabía que la verdad no importaba ahora porque no le creerían, no lo entenderían.

Sólo metro y medio.

El temblor del labio, descontento con su espacio, se extendió como una plaga llegando a piernas y manos. Su respiración fue cada vez más profunda. Dio un paso más. Cerró los ojos. Tomo aliento. Pasó de largo.

Pocos metros más allá volvió a abrir los ojos. El temblor persistía. Lentamente soltó el aire de sus pulmones. Vació su ser para dejar sitio a la vergüenza y la culpa que entrañaba su cobardía. Curiosamente, el viento había desaparecido, como si todo lo que hubiera pretendido fuera hacerle dudar. Su mente voló lejos de allí, unos pocos metros, y, con el poco aire que aun conservaba, susurró:

- Hola... ¿Te acuerdas de mí?

Si al menos tuviera manos fuertes...

No hay comentarios:

Publicar un comentario